Luctatores Phoenix:

El gladiador era un luchador que participaba en espectáculos de combates armados en los antiguos circos y anfiteatros romanos. El origen de los combates de gladiadores empezó en Italia, como ritual en los funerales de grandes dignatarios, pero acabaron por ser un espectáculo público y un negocio.

Los lanistas eran los dueños de las escuelas de gladiadores, a veces antiguos gladiadores, que enseñaban el arte de la lucha y las reglas del combate. Eran sus maestros y empresarios, ya que también podían venderlos o alquilarlos. Otros lanistas reclutaban a muchachos para combatir en la arena, que luego alquilaban para funerales, comidas y otras solemnidades. También poseían gladiadores particulares opulentos y por supuesto los Césares que tenían a los mejores.

Las escuelas de gladiadores eran instituciones imperiales que estaban repartidas en diferentes puntos de Roma; de las más conocidas destacan Ludus Gallicus, Dacicus, Manus y Matutinus.

En Asturica Augusta se encuentra la escuela Fénix, de ahí los gladiadores del Fénix, en la que había diferentes clases y categorías de gladiadores que se diferenciaban por sus armas y su manera de combatir, como los samnitas, mirmillones, tracios, reciarios (que llevaban una red, un tridente y un puñal), laquearii (con un lazo) homoplachi, equites (a caballo), essedarii (sobre carros) andabatae, dimanchaeri (con dos espadas), o los provocadores.

El día de los ludis apollinares se dirigían al anfiteatro lujosamente vestidos, atravesando la ciudad.

Una vez en la arena efectuaban un simulacro con armas de madera o sin punta para prepararse para la lucha. Para comenzar se tocaba un cuerno. Los lanistas escogían a los gladiadores y delimitaban el espacio del combate en la arena marcándolo con un bastón. Al llegar al momento final del triunfo preguntaban al público si debían matar o no al vencido, el cual pedía clemencia levantando a mano. Si los espectadores entendían que merecía perdón bajaban el pulgar; por el contrario, si debía morir, dirigían el pulgar en dirección a la garganta. El vencedor hundía entonces su arma entre la clavícula el omóplato para darle una muerte rápida y el vencido no ofrecía resistencia afrontando su muerte con dignidad.

Durante el Bajo Imperio, tan solo el emperador tenía el derecho de perdonar o condenar a muerte. Los gladiadores victoriosos recibían en premio palmas, coronas adornadas de cintas y en los tiempos del Imperio una cantidad de dinero.

Cuando a un gladiador se le entregaba en premio una espada roma (rudus) era señal de que se le autorizaba para abandonar la profesión de gladiador.

Los gladiadores que morían en la arena eran arrastrados al espoliario por los esclavos que estaban al servicio del anfiteatro los cuales se valían de un garfio de hierro y los sacaban por la puerta llamada de la Muerte. Dicha puerta conducía al Spoliarium, dependencia del anfiteatro destinada a depositar los cadáveres para despojarlos de sus armas y vestiduras.